Laila pregunta: ¿Cómo puedo hacer que mi papá acepte a mi hermano?

Buenas tardes,

Mi caso es el siguiente, mi hermano menor siempre fue «diferente.» Le gustaba jugar con mis barbies, era amanerado, le gustaba gritar de forma aguda, mi papá siempre dijo que era por que me veía a mi, aunque yo siempre supe que no era así, y mis papas solo se dijeron que lo hacia para molestar. El tiempo paso, y mi hermano no cambio, un día mi mamá y yo tuvimos una platica, donde salió el tema de mi hermano (siempre será mi hermanito) y dijo que la torah lo prohibe y que si él era así que era mejor no viviera si está prohibido por nuestra ley (Torah). Yo solo lloré, ni siquiera podia hablar, le dije que cómo era capaz de decir eso, que si creíamos en Hashem y él permite que nacieran personas gays, y supuestamente esta mal, ¿por qué lo hacia? ¿Qué acaso era malo? Tenía la certeza en Hashem que si lo permite es por algo, y que si un día mi mamá le daba la espalda a mi hermano, perdería a su hija. Sigue leyendo

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Los secretos

Nuestro paso por esta vida es demasiado efímero como para ignorar aquellas cosas que nos duelen, que nos amenazan, o que preferiríamos, por miedo, vergüenza, comodidad, no mencionar en voz alta.

Cuando acallamos las verdades que nos sacuden, jugando a que no existen, las pobres, impotentes, amordazadas, acaban por depositarse en la médula ósea de nuestra vida. Y así, poco a poco, casi sin darnos cuenta, hartos del encierro,estos secretos empiezan a buscar diferentes modos de salir de la prisión.
Y así, vengativos, los secretos comienzan a desquitarse con lo más preciado que tenemos: nuestra salud, nuestra alma, nuestro equilibrio emocional.

Son los secretos que más celosamente guardamos, los que nos carcomen por dentro, los que nos humedecen las manos con un molesto sudor, ―gélido, pegajoso y desagradablemente persistente―, que no es otra cosa que el llanto del pesar que envuelve nuestro espíritu y que encuentra, a través de las glándulas sudoríparas, una vía de escape.
Porque llenos de prejuicios, estúpidamente perdemos la oportunidad de aprender y de enriquecernos, ―a nosotros mismos pero también a los demás―, sin sospechar que cuando por fin nos atrevemos a romper el silencio, destapamos nuestras venas y la sangre fluye: fluyen los sentimientos, fluye la libertad.

Cuando optamos por ponerle nombre a las cosas, en realidad salimos del clóset directamente a la vida y la enfrentamos con la cabeza en alto, declarando ―tímidamente al principio, luego sin empacho―:
― «Mi hijo es gay, ¿Y qué»?

Como muchas otras madres y padres de hijos GLTB, pasé por el proceso de entrar al armario en el instante mismo en que mi hijo salió de él ante mí: Tenía dieciséis años, y hacía ya algún tiempo que la sospecha anidaba en nuestros corazones; el mío y el de su padre, que aunque tratábamos de ser lo más abiertos posible y de no dejarnos llevar por los estereotipos, no podíamos dejar de notar que nuestro adolescente era «demasiado sensible», «demasiado frágil», «diferente».

Aquella mañana llamé a mi marido histérica.
―Tienes que venir rápido, encontré «material pornográfico» en la computadora.
Y aclaré:
―Pero no es lo “normal”, es diferente. No puedo explicártelo por teléfono, ¡por favor deja lo que estés haciendo y ven!
Las imágenes seguían allí, en la pantalla, escandalosas, exhibiéndose ante mí. Desafiándome. Había fotos de parejas homosexuales besándose, tomados de la mano, abrazados. La mayoría eran muchachos en ropa interior, posando en posturas sensuales.

―¿Crees que esto sea algo pasajero? ¿Será curiosidad?―
Mi marido iba borrando las direcciones de internet, una tras otra. Yo trataba de ser racional:
―Quizás no deberías borrarlas, es como una invasión a su intimidad.
―Pornografía es pornografía, y no me parece aceptable que en la computadora que comparte con su hermana y contigo…
―No me acuerdo que el mayor tuviera este tipo de fotos, tenía pornografía, si, pero de mujeres desnudas, de parejas haciendo el amor, “normal”.
Y su hermana, pues no, en sus archivos no tenía fotos de mujeres. Ni desnudas ni semidesnudas, ni besando a otras mujeres… qué es esto?

Cuando unos días después dejó «olvidada» sobre su cama la revista, entendimos que había llegado el momento de hablar con él. Teníamos claro que lo más importante era apoyarlo, asegurarlo, demostrándole que nuestro amor es incondicional. La revista era una publicación para jóvenes gay, llamada: “How to Come Out to Your Parents”, que leímos ávidamente con una extraña mezcla de alivio y de tristeza, mientras las lágrimas fluían copiosas, arrastrando con ellas las sospechas, los temores, los prejuicios, los miedos, ―y una luz nueva, interior, empezaba a iluminar nuestros primeros pasos por el closet que nuestro hijo había abierto ante nosotros, con la esperanza de que lo aceptáramos y no dejáramos de amarlo, invitándonos a crecer con él:
― Papá, Mamá, soy el mismo de siempre, sólo que ahora saben algo que antes no sabían.

Desde ese día han pasado más de diez años. Hemos aprendido que el proceso es largo, que hay momentos difíciles, ―como la primera vez que trajo a su novio a dormir―, que ser homosexual no es una elección, que no es algo pasajero, y que va mucho más allá de la relación carnal.

Deseamos lo que cualquier padre; que nuestro hijo se enamore, se case, sea feliz. Queremos tener la dicha de tener nietos suyos.
Sabemos que hay mucho por hacer. La lucha contra la homofobia y a favor de los derechos de los LGTB nos concierne a sus padres y a sus hermanos. Para eso es la familia.

En eso estamos.

Invitamos a otros padres, hermanos y demás familiares a hablar de lo que sienten. En Guimel hemos creado un espacio seguro y discreto para compartir nuestros sentimientos, dudas, preguntas… ¡No estás solo! Contáctanos.