Por Verónica Maza Bustamante para MILENIO
México D.F. • Me llamo Laura Weinsten y nací en la ciudad de Bogotá, Colombia, en el seno de una familia judía. Mi infancia transcurrió en soledad, porque no entendía que la gente no comprendiera lo que yo vivía. Sabía que era diferente, algo me pasaba, mi vida era distinta. Cuando me di cuenta de que los chicos me gustaban pensé que era la única persona así en el mundo. Pero, además, me gustaba todo lo relacionado con lo femenino. Eso generaba momentos de mucha tristeza. A los ocho años ya sufría de depresión. Por ejemplo, pensaba: ¿Por qué no puedo jugar con muñecas y tengo que hacerlo con carros? En Colombia, los paquetes de papas fritas traían unos muñequitos muy pequeños que se convirtieron en parte de mi niñez. Con ellos me creaba una vida: les hacía faldas, les ponía accesorios. A mí mamá le regalaron una Barbie. Cuando no estaba, la agarraba para jugar y me sentía feliz.
“Cuando tenía cinco, seis años, fue la primera vez que me puse prendas femeninas: un
vestido de mi hermana, con flores, y un sombrero de mi mamá. Sigue leyendo